.: tristeza: un apetito que ninguna desgracia satisface :. E.Cioràn



martes, 29 de mayo de 2012

Comentario// Reseña: Nuè Proprietè

Nue propriété (2006) ”Nuda propiedad”, es la tercera película de Joachim Lafosse, excelente director de origen belga. Su título alude, desde un punto esctrictamente jurídico a  aquella situación en la que una persona tiene la propiedad sobre un bien o  cosa, pero no puede disfrutar de ella, debido a que sobre esa cosa recae algún tipo de Derecho Real de goce y disfrute, o usufructo.

El silencio reina desde el principio, cuando los créditos hacen su paso contra un fondo negro sin sonido alguno, y luego aparece una interesante dedicatoria que dice “a nuestros límites”.
Todo comienza con Isabelle Huppert frente a un espejo en una toma de 1´10´´ en los cuales casi ni por un segundo quita los ojos de su propia  imagen, es decir,  la imagen del espejo.
Se mira y se hace mirar por sus dos hijos, mientras con ese gesto característico suyo, toca su cuerpo, se acomoda el camisón, voltea, escucha. Todo avanza sin abandonar su amimia.
El film narra en silencio la dinámica de una familia compuesta por padres divorciados y sus  hijos mellizos que viven bajo el mismo techo con su madre, en la casa propiedad del padre.
Los hermanos desde el principio muestran conductas que aluden más a la adolescencia que a la adultez, aunque parecen haber pasado hace tiempo los 20 años. Horas frente a los videojuegos, conductas exibicionistas, juegos y peleas cuerpo a cuerpo,  la forma de comer, tomar baños juntos y compartir el baño con su madre mientras ella se ducha.
En estos hermanos pareciera imperar un narcisimo de muerte, que según lo toma Silvia K. de Gomel “opera como investidura endogámica, en búsqueda permanente del repliegue de la familia sobre sí misma” (Berenstein y otros, 1996). Esto llevaría a una tensión conflictiva entre esta investidura (familiar) y los vínculos emergentes en relación al orden cultural (vínculos de alianza).

Los mellizos se muestran casi como opuestos. Uno irascible, impulsivo, de pocas palabras, violento; y otro templado, contemplativo, razonable y paciente. Extraña mezcla la de estos hermanos que sacarán chispas quizás también gracias al aire de su madre y que pronto inicia peligrosa hoguera.
No tardará en notarse el triángulo que se teje entre estos sujetos y la entrada progresiva al drama del incluído/excluído. Hay un padre disuelto (aunque disponible) y una madre también disuelta ¿y la mujer? No ingenuamente el dicho proclama “lo que en la leche se mama en la mortaja se derrama”.

Gran parte de la acción se sucede dentro de la casa, más precisamente en los momentos en torno al ritual de la comida: (dato para nada casual) desayuno, almuerzo, merienda, cena. Los diálogos más interesantes (siempre sobre una mesa nutritiva) se ven truncadas cada vez por la presencia de una madre silente, una mujer cual pared: “estamos aquí para comer”, aclara Huppert en medio de una discusión. La semantización está fuera de plano.
En fin, la comida es continuamente usada como único medio de dar amor, incluso como medio de calmar el propio desconsuelo. Si tenemos en cuenta que nuestras necesidades nunca son sólo nutricias, sólo biológicas y que por pertenecer a la cultura estamos atravezamos por la palabra (¿o visceversa?), la comida a secas resulta un recurso un tanto precario.

Pascale (Isabelle Huppert) parece estar siempre en otra parte, sus pocas líneas y enigmático silencio gestual nos hacen pensar a veces en una mujer que naufraga por el rol materno, que naufraga en lo más íntimo de su ser.
Impresiona como una madre que sólo puede ofrecer comida, no pudiendo acceder desde lo simbólico a ofrecer vías de satisfacción a las necesidades nutricias de sus hijos evidentemente estancados en un periodo de niñez/adolescencia.
Por momentos se vuelve insoportable la cara inmutable de una madre a la que parece no conmoverla nada de lo que pasa a su alrededor o por el contrario, a veces ofrece un rostro con sonrisa irónica. El semblante es categórico, ella hace por momentos el muerto, aunque sólo desde el punto de vista del semblante, en realidad Pascale no se pone en el lugar del código, en el lugar de Otro (no parece haber nada a que atenerse).

La casa en la cual viven, por la cual se disputan la tenencia (madre e hijos), se encuentra alejada de la civilización. ¿Se encuentran aislados en un universo simbiótico? El afuera/adentro dibuja la dinámica de los personajes que intentarán salir y al hacerlo sólo ponen en riesgo un aparente equilibrio, la muerte parece ser la única tangente.

Desde el punto de vista cinematográfico,  las tomas son siempre con cámara fija, lo cual dice de una gran dureza que nos ayuda a entrar progresivamente (y junto con el silencio/no hay banda sonora) al drama estático de esta familia “atrapada” en su casa.
El único travelling (toma donde se mueve la cámara siguiendo a un auto que se va) aparece en el maravilloso final que, junto con la melodía desgarradora (primera y única del film) ponen el broche a esta pieza inolvidable de Joachim Lafosse.
¿El silencio es la cárcel? ¿El sonido liberación? A qué alude tan fuerte dedicatoria al comienzo, eso creo será la clave para empezar a desmenuzar los posibles sentidos.
Citando a M. Safouan “entre dos sujetos no hay sino la palabra o la muerte, el saludo o la piedra”.


Mariana Torres Barud


BERENSTEIN y otros “Familia e inconsciente”. Editorial Paidós. 1ra reimpresión. Buenos Aires, 1996.
SAFOUAN, Moustapha “La palabra o la muerte. ¿cómo es posible una sociedad humana?” Ediciones de la Flor. 1ra edición. Buenos Aires, 1994.