.: tristeza: un apetito que ninguna desgracia satisface :. E.Cioràn



martes, 13 de diciembre de 2011

Comentario // Reseña: Naissance des pieuvres

Naissance des pieuvres (Nenúfares) es la primer película de la directora Céline Sciamma, cuya traducción al español es “Lirios de agua”. Tal título cobrará un simbolismo especial si pensamos que dicha flor se mantiene flotando sobre la superficie del agua, sostenida por el peso de las raíces que esconde bajo sí. Este drama que gira entorno al universo puber/adolescente de una niña de 13 años, nos sumerge en las turbulentas aguas que naufraga el sujeto durante la asunción de su identidad.
Desde el comienzo se muestra a la protagonista, Mariè (de 13 años de edad), capturada “aparentemente” por el nado sincronizado, intrigada por lo que subyace a los movimientos en la superficie, de aquellas niñas con sofisticados movimientos. Pronto la cámara nos deja ver una niña/mujer (Florian, miembro del equipo de nado) con un cuerpo ya diferente al de las demás, contorneado ya por la transformación adolescente. Se nos presenta Mariè como una niña introvertida y ensimismada dejando traslucir un rico y turbulento mundo interno. Ella está transitando el paso de la niñez a la pubertad, de la “inocencia” al “des-encanto”. En relación a este desencanto, Bleichmar nos ilumina en su libro El feminismo espontáneo de la histeria, acá un fragmento oportuno: “sobre el varón en ningún período de su vida pende la condena de la impureza, incluso si el niño despliega una actividad seductora temprana, precursora de su masculinidad, es considerada con orgullo por sus padres, en cambio la madre debe velar desde pequeña por el cuidado del recato, del pudor, de la pureza de su hija, que será un espejo de la pripia” (Bleichmar, 1994).
Su única amiga, una niña de su edad, pero de apariencia mayor y actitudes más bien masculinas, es su compañera de tardes y noches donde el tema son los chicos, los besos y la apariencia.
Todo cambia cuando Marié queda en un estado hipnótico de admiración y erotismo, envuelta por la feminidad de Florian. Es notable cómo el primer parlamento que suelta la protagonista en la película, es dirigido a Florian, luego de haberla seguido al baño, para elogiar su desempeño en el nado. La escena termina con un acercamiento insinuante de Florian a Mariè.
Para poder entrar a “ver” ese mundo subacuático, Mariè ofrece a Florian un favor, cualquiera que sea… ¿Qué función cumple la mirada en este film donde todo parece gestarse en silencio, con los ojos bien abiertos?
Florian, adolescente también ensimismada, siempre lleva un rostro serio y triste. Es la joven vista por su grupo de pares como provocativa, ligera, como una cualquiera, por gozar/ejercer “aparentemente” de su sexualidad. Dice E. Dio Bleichmar, “ningún hombre es censurado por provocar o acceder al deseo sexual, el hombre no es condenado en los códigos de justicia por adulterio (...) en todos los casos existe un investimento narcisista pleno de la función sexual, socialmente legitimada y socialmente inducida” (Bleichmar,1994). Es ella justamente quien invita finalmente a Mariè a entrar en la pileta para así por ver lo que sucede bajo la superficie. ¿Entrar a qué? ¿Salir de dónde?
Es sabido que el mar, su oscuridad y profundidades, es materia poco estudiada por la humanidad en general. Se cree que conocemos una porción ínfima de los especímenes que en las profundidades viven, su flora, sus ciclos y detalles. Esto nos remite, por supuesto, al Inconsciente; piedra fundamental del psicoanálisis, al cual se ha referido (entre otras acepciones) como la tercer herida narcisista de la humanidad, por comandar sin nuestro consentimiento y voluntad, el carro del auriga.
La protagonista sumergida en la piscina (el sonido es el que una escucha cuando está bajo el agua) abre sus ojos bien grandes, como queriendo asir todos los movimientos de las mujeres en el nado. Al salir a la superficie sigue un plano americano de Marié sola, bajo una ducha, con los ojos apretados y un progresivo zoom in a su cara de deseo (respira agitadamente) que pareciera intentar calmar con agua, esta vez de ducha. En relación a esto, la siguiente frase de J.D. Nasio parece pertinente:“para el histérico, sexualizar lo que no es sexual significa transformar el objeto más anodino en signo evocador y prometedor de una eventual relación sexual”(Nasio, 2004).
La ausencia de música, es decir, la utilización del sonido ambiente en la película, le da un constante clima de intimidad y tensión. Esta vez, en la escena antes mencionada, el mismo es utilizado para reforzar los momentos privados, en el que las chicas se sostienen la mirada en silencio.
Marié se debate entre el avance a un universo erótico de mujeres deseante y deseadas, donde el cuerpo está ubicado en el lugar del placer, y otro mundo más ligado a lo infantil, donde todavía cuentan los juegos ingenuos entre chicas que montan bicicletas, escupen agua en conjunto y caminan sin contoneos.
Nos encontramos frente a la dinámica de la histeria en relación a la transformación adolescente y es aquí donde cobrará protagonismo la aparente homosexualidad que se deja entre-ver a lo largo de la pelicula. Dice Bleichmar “si hay algo homosexual en la histérica es su deseo de homologación y de conocimiento sobre su género, sobre las conductas, actividades y sentimientos que definen a una mujer en sus distintas y específicas funciones” (Bleichmar, 1994).
Hay una escena muy gráfica en la que Marié roba la bolsa de la basura de Florian, de la cual saca impulsivamente una manzana comida por ésta, y la mordisquea y saborea de ojos cerrados, dejando el silencio y la imagen a disposición del llenado de sentido del espectador/a ¿Es acaso un intento de introyecciòn? ¿Intento de fusión con el objeto amado? ¿Apropiación? ¿Intento de comprensión del misterio femenino?
La pulsión escópica se juega entrelazada con el tiempo libre interminable que parece llevar a la niña hacia la mujer. Mariè contempla, pasivamente, desea, se deja tocar por el pulso decidido de Florian, admira el perfil sensual y melancólico de la mujer que añora ¿poseer? ¿ser?. Poniéndose en el lugar de objeto, se deja seducir por la danza femenina que la toma, la suelta, la utiliza, la ríe, la inaugura. Florian ofrece su virginidad y al hacerlo, todo cambia. La palabra una vez lanzada, toma un vuelo irrevocable.
Mariana Torres Barud